Necesitamos suficiente sangre segura en el mundo para todos los que la necesitan.
Cada dos o tres segundos, alguien en algún lugar necesita sangre.
Las transfusiones de sangre y hemoderivados salvan millones de vidas cada año.
La salud es un derecho humano; todas las personas en todo el mundo deberían poder recibir transfusiones de sangre seguras, cuando y donde las necesiten.
Es necesario realizar donaciones de sangre con regularidad en todo el mundo para que las personas y las comunidades tengan acceso a sangre y hemoderivados seguros y de calidad.
Cualquier persona que pueda donar sangre debería considerar la posibilidad de hacerlo de forma regular, voluntaria y no remunerada para que todos los países dispongan de un suministro suficiente.
La seguridad y el bienestar de los donantes de sangre es fundamental, pues los anima a donar regularmente.
El acceso a sangre y hemoderivados seguros es esencial para la cobertura sanitaria universal y uno de los elementos fundamentales de los sistemas de salud eficaces.
La sangre y los hemoderivados son necesarios para tratar a:
las mujeres con hemorragias asociadas al embarazo y al parto;
los niños que padecen anemia grave a causa del paludismo y la malnutrición;
los pacientes con trastornos hematológicos y de la médula ósea, hemoglobinopatías hereditarias y afecciones que causan inmunodeficiencia;
las víctimas de traumatismos por accidentes, catástrofes naturales o situaciones de emergencia; y
los pacientes que se someten a intervenciones médicas y quirúrgicas avanzadas.
Aunque la necesidad de sangre y hemoderivados es universal, existen diferencias marcadas en cuanto al nivel de acceso a sangre y hemoderivados seguros entre los distintos países y dentro de ellos.
En muchos países, los servicios de transfusión sanguínea siguen teniendo problemas para ofrecer sangre y hemoderivados suficientes y garantizar al mismo tiempo su calidad e inocuidad.
Los gobiernos, las autoridades sanitarias nacionales y los servicios nacionales de transfusión sanguínea deben colaborar para:
establecer los sistemas y la infraestructura necesarios para recoger más sangre de donantes regulares, voluntarios y no remunerados;
establecer y reforzar los sistemas que garantizan la calidad de la sangre y los hemoderivados para velar por su inocuidad;
proporcionar atención de calidad a los donantes;
promover y respetar el uso clínico adecuado de la sangre; y
supervisar toda la cadena de transfusión sanguínea.