Su Alteza Real la Princesa Muna Al-Hussein, su Excelencia Keva Bain, Presidenta de la Asamblea Mundial de la Salud,
En primer lugar, quisiera agradecer a Su Alteza Real la Princesa Muna el incansable apoyo que ha brindado durante casi seis décadas al personal de enfermería y de partería.
En este Año Internacional del Personal de Enfermería y de Partería, nos hemos dado cuenta de la increíble contribución que llevan a cabo las enfermeras y las parteras, desde los primeros momentos de la vida hasta el último.
Su Alteza Real, gracias por su dedicación y servicio a la salud y a la humanidad. Es un gran placer para mí otorgarle el premio del Director General.
También me gustaría dar las gracias a nuestras hermanas y hermanos de Tonga por su magnífica actuación. Tengo muy buenos recuerdos del viaje que realicé el año pasado a Tonga y otros países del Pacífico, y quiero manifestarles mi compromiso con los pequeños Estados insulares en desarrollo y con los retos a los que se enfrentan.
Lamento que no hayan podido estar aquí en Ginebra en persona, con nosotros, pero incluso desde el otro lado del mundo nos han levantado el ánimo y nos han tocado el corazón. Gracias.
Excelencias, distinguidos delegados, queridos colegas y amigos, hace dos semanas me convertí en abuelo. Al mirar la cara de mi nieta Mia por primera vez y sostener su pequeña mano, experimenté la misma alegría, maravilla, esperanza, orgullo y amor que siente cualquier padre o abuelo.
Pero igual que les ocurre a todos los padres y abuelos, esa alegría estaba teñida de preocupación. Me pregunto en qué clase de mundo crecerá Mia. Aunque ella no lo sabe, la pandemia de COVID-19 marcará su vida y el mundo en el que va a crecer.
La cifra de casos de COVID-19 que se han notificado a la OMS se acerca ya a los 50 millones, y más de 1,2 millones de personas han perdido la vida. Millones más han muerto a causa de la interrupción de servicios de salud esenciales
Les ruego que se unan a mí para guardar un momento de silencio por todos aquellos a quienes hemos perdido.
Pero esta pandemia también se ha hecho sentir de formas que nadie puede medir. No podemos medir el dolor de las familias que no pudieron despedirse de sus seres queridos. No podemos medir el miedo que sienten tantas personas ante un futuro marcado por la incertidumbre. Nadie sabe los efectos a largo plazo que tendrá este virus sobre el cuerpo humano, o sobre el mundo que heredarán nuestros hijos y nietos.
Aunque se trata de una crisis mundial, debemos recordar que los países han respondido de manera diferente y se han visto afectados también de manera diferente. La mitad de todos los casos y muertes se concentran en tan solo cuatro países. Hay muchos países y ciudades que han logrado prevenir o controlar la transmisión gracias a un enfoque integral y basado en datos científicos.
No obstante, varios países, sobre todo de Europa y las Américas, han tenido que volver a introducir restricciones para hacer frente a la nueva ola de infecciones que están sufriendo y evitar que sus sistemas de salud se vean desbordados.
Puede que estemos cansados de la COVID-19. Pero ella no está cansada de nosotros.
Sin duda, la enfermedad se aprovecha de los que tienen una salud más frágil. Pero también se alimenta de otras debilidades: desigualdad, división, negación, ilusiones e ignorancia voluntaria. No podemos negociar con ella, ni cerrar los ojos y esperar a que desaparezca. No presta atención a la retórica política ni a las teorías conspirativas.
Nuestra única esperanza es la ciencia, la búsqueda de soluciones y la solidaridad. Eso es lo que la OMS ha estado haciendo desde el principio.
Hemos impulsado el avance científico al reunir a miles de expertos para que analicen la creciente base de datos científicos y la traduzcan en orientaciones concretas, y para que establezcan una hoja de ruta en materia de investigación que permita colmar las lagunas de nuestro conocimiento.
Se han elaborado más de 600 proyectos de documentos de orientación, que han dado pie a cerca de 9 millones de descargas mensuales. Con el ensayo Solidaridad, hemos llevado a cabo uno de los ensayos clínicos más diversos y de mayor envergadura que se han realizado nunca, con el fin de generar datos sólidos sobre tratamientos.
Hemos proporcionado a los países las soluciones que necesitan, mediante el envío de más de 285 millones de productos médicos esenciales, como mascarillas, guantes, batas, gafas de protección, hisopos, pruebas de detección, etcétera, a 168 países y territorios. Hemos entregado casi 13 000 concentradores de oxígeno a 110 países, y en varios países estamos diseñando y construyendo plantas de producción de oxígeno.
La plataforma de aprendizaje OpenWHO.org ofrece formación gratuita en línea sobre 17 temas distintos, en 41 idiomas, y cuenta con más de 4,5 millones de usuarios registrados en todo el mundo, lo que constituye una poderosa prueba de concepto para la Academia de la OMS.
Y hemos trabajado día y noche para promover la solidaridad.
Cuando se escriba la historia de la pandemia, estoy convencido de que el Acelerador del acceso a las herramientas contra la COVID-19 (Acelerador ACT) figurará como uno de sus mayores éxitos. Por más que utilicemos las herramientas que tenemos a nuestro alcance para contener la transmisión y salvar vidas, sabemos que necesitamos mejores herramientas para controlar la pandemia.
El Acelerador ACT es un mecanismo único que persigue dos objetivos: desarrollar con rapidez vacunas, medios de diagnóstico y tratamientos; y distribuirlos de forma equitativa. Y está dando resultados tangibles.
En septiembre llegamos a un acuerdo para poner 120 millones de nuevas pruebas de diagnóstico rápido a disposición de los países de ingresos bajos y medianos. Hemos asegurado tratamientos de dexametasona ―el único medicamento que hasta la fecha ha demostrado reducir el riesgo de muerte― para cerca de 4,5 millones de pacientes en países de ingresos bajos.
Y en colaboración con nuestros asociados Gavi, la Alianza para las Vacunas, y la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias (CEPI), COVAX brinda su apoyo a la elaboración de nueve vacunas, y a varias más que se encuentran en fase de desarrollo. El Mecanismo COVAX cuenta actualmente con la participación de 186 países y economías.
El mundo se ha unido como nunca antes para asegurar el desarrollo y la producción de estas herramientas que salvan vidas, así como su distribución equitativa como bienes públicos de alcance mundial y no como bienes privados, ya que esto último no haría sino dar argumentos para dejar atrás a algunas personas.
Por esa razón fue un orgullo para la OMS unirse a Costa Rica en el lanzamiento del Acceso Mancomunado a las Tecnologías contra la COVID-19 (C-TAP), el pasado mes de mayo, y por esa razón acogemos también con satisfacción el escrito presentado por la India y Sudáfrica a la Organización Mundial del Comercio en el que proponen renunciar, mientras dure la pandemia, a algunas disposiciones del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio.
La pandemia ha puesto de relieve que existe una estrecha relación entre la mejora de la salud de la población, la cobertura sanitaria universal y la seguridad sanitaria mundial.
A pesar de que los esfuerzos de la OMS se han centrado en la coordinación y el apoyo a la respuesta a la pandemia a escala mundial, regional y nacional, hemos seguido ejecutando gran parte de nuestros planes de trabajo vigentes relacionados con las metas de los «tres mil millones».
En primer lugar, en relación con nuestro compromiso de mejorar la protección de 1000 millones de personas frente a las emergencias sanitarias, la COVID-19 no es ni mucho menos la única emergencia a la que ha respondido la OMS.
Aunque no hayan aparecido en los titulares, en lo que llevamos de año hemos respondido a más de 60 emergencias, entre ellas brotes graves de fiebre chikungunya en el Chad, fiebre amarilla en el Gabón y el Togo, y sarampión en México, así como a conflictos en el Sahel, el Oriente Medio y el Cáucaso, tormentas en Filipinas y Viet Nam, y muchas más.
Tras 18 meses de lucha, bajo el liderazgo del Gobierno de la República Democrática del Congo y con el apoyo de múltiples asociados, pusimos fin al brote de ebola que se había declarado en la parte oriental del país, una de las emergencias sanitarias más complejas a las que se ha enfrentado la OMS, que se vio complicada además por el mayor brote de sarampión del mundo.
Durante el brote tuve el honor de visitar Kivu del Norte e Ituri en 14 ocasiones, y pude constatar sobre el terreno la increíble y desinteresada labor que ha llevado a cabo el personal de la OMS y sus asociados. En estos momentos estamos en la cuenta atrás para poner fin al brote de ebola en la zona occidental de la República Democrática del Congo.
Tras la devastadora explosión que se produjo en el mes de agosto en Beirut, la OMS y sus asociados brindaron atención a los heridos y apoyo en materia de salud mental para los trabajadores de la salud y las comunidades, además de ayudar a reconstruir los hospitales destruidos.
Tras el incendio del centro de acogida de Lesbos, en Grecia, proporcionamos asistencia urgente a miles de refugiados y migrantes. Y estamos trabajando para aprovechar las alianzas existentes destinadas a la creación de un cuerpo mundial de profesionales sanitarios para emergencias con el fin de ampliar, capacitar y normalizar una asistencia de calidad para los Estados Miembros en el ámbito de la salud pública y los servicios médicos.
Hemos tenido éxitos y también reveses en nuestros esfuerzos por librar al mundo de la poliomielitis. El poliovirus de tipo 3 ha sido erradicado, y la Región de África ha sido declarada libre de poliovirus salvajes. Hemos reiniciado las campañas de vacunación contra la poliomielitis en el Pakistán y el Afganistán, que se habían interrumpido por causa de la pandemia.
Seguimos plenamente centrados tanto en la erradicación definitiva de la poliomielitis como en la transición de los países desde el programa de lucha contra la poliomielitis, a fin de asegurar que las grandes inversiones destinadas a la respuesta a la poliomielitis sigan dando sus frutos en unos sistemas de salud más sólidos. Por último, la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación ha publicado su segundo informe, en el que se exponen las enseñanzas que se deben extraer y las medidas concretas que podemos y debemos adoptar para que el mundo siga siendo seguro.
En segundo lugar, se ha avanzado hacia el objetivo de lograr la cobertura sanitaria universal para mil millones más de personas.
Gran parte de nuestra labor de este año ha estado encaminada a apoyar a los Estados Miembros para que mantengan los servicios de salud esenciales, que en muchos países se han visto gravemente perturbados como consecuencia de la pandemia.
En una encuesta de la OMS que se llevó a cabo en agosto en 105 países, casi todos informaron de la interrupción de 25 servicios de salud esenciales, entre ellos la atención ambulatoria, el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades transmisibles y no transmisibles, la planificación familiar y los trastornos de salud mental.
En respuesta, hemos dirigido nuestro apoyo, entre otras cosas, a los servicios de inmunización en África, a los centros de selección de enfermedades respiratorias en Oriente Medio y a la atención primaria en Europa.
Hemos realizado también importantes progresos en nuestra labor de apoyo al fortalecimiento de los sistemas de salud en todo el mundo. Con motivo del Año Internacional del Personal de Enfermería y de Partería, publicamos el primer informe sobre la situación de la enfermería en el mundo, en el que se pone de manifiesto que hay un déficit de 5,9 millones de enfermeras a escala mundial.
Lanzamos la iniciativa de organismos catalogados por la OMS para evaluar y reconocer a los organismos nacionales de reglamentación y acelerar la aprobación de las vacunas, las pruebas diagnósticas y los tratamientos y el acceso a ellos.
Precalificamos las primeras vacunas del mundo para el ebola y el paludismo. Hemos publicado la lista de usos de urgencia para la nueva vacuna contra la poliomielitis, un paso importante en la lucha por la erradicación de la esta enfermedad, así como para las pruebas diagnósticas que tan urgentemente necesitamos para luchar contra el ebola, el Zika y la COVID-19. Publicamos el primer informe mundial sobre la carga de la septicemia y una carta sobre la seguridad de los trabajadores de la salud.
Hemos captado una atención nueva y muy necesaria sobre la salud mental elaborando nuevas directrices sobre la gestión del estrés y sobre la salud mental de los adolescentes, y hemos organizado la Gran Cita de la Salud Mental, un evento de promoción mundial visto por más de 600 000 personas.
En cuanto a la salud materna e infantil, hemos publicado nuevas normas para mejorar la calidad de la atención a los recién nacidos enfermos y de pequeño tamaño, y hemos prestado un apoyo intensivo a 20 países para hacer frente a las repercusiones indirectas de la COVID-19 sobre las madres y los niños.
En lo que respecta a la salud sexual y reproductiva, hemos ampliado el uso de intervenciones de planificación familiar basadas en la evidencia, utilizando un enfoque entre pares con arreglo al cual los países con contextos similares comparten las mejores prácticas y las enseñanzas aprendidas.
Dirigimos un enorme ensayo internacional para demostrar que, además de sus beneficios para tratar los casos graves de COVID-19, la dexametasona también puede aumentar la supervivencia de los bebés prematuros cuando se administra a mujeres embarazadas con riesgo de parto prematuro.
Y las tasas de lactancia siguen aumentando. Más del 44% de los lactantes menores de 6 meses son ahora alimentados exclusivamente mediante lactancia materna, frente al 37% en 2012. Esto significa que 10 millones más de lactantes tendrán el mejor comienzo posible en la vida y un menor riesgo de enfermedad en el futuro.
En cuanto a las enfermedades no transmisibles, también hay progresos. Más de 3 millones de personas de 18 países reciben actualmente tratamiento para la hipertensión como resultado de la aplicación del conjunto de intervenciones HEARTS de la OMS para las enfermedades cardiovasculares.
Junto con la Unión Internacional de Telecomunicaciones, lanzamos una nueva norma mundial para la escucha sin riesgos en los sistemas personales de audio, que ha sido implementada por varias empresas, entre ellas dos de los principales fabricantes de teléfonos inteligentes: Apple y Huawei.
Y estamos trabajando para hacer frente a la carga mundial de la diabetes. En Honduras, por ejemplo, la OMS y la OPS han apoyado al Gobierno en la formulación de un plan nacional para la diabetes, que incluye la mejora de los datos sobre la diabetes, el fortalecimiento de los registros de diálisis y la distribución de glucómetros a los centros de atención primaria de la salud para el control glucémico en los puntos de atención.
En cuanto a las enfermedades transmisibles, hay motivos para el optimismo. En el Gran Mekong, los casos y las muertes por paludismo están disminuyendo, y se ha reducido la amenaza de que la resistencia a los antipalúdicos se extienda por todo el mundo.
Más de 480 000 niños de Ghana, Kenya y Malawi han recibido la primera dosis de la primera vacuna contra el paludismo del mundo.
Estamos en vías de alcanzar la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relativa a la prevalencia de la hepatitis B en niños menores de 5 años, y pronto completaremos la formulación de los criterios para validar la eliminación de la hepatitis vírica.
Hemos apoyado a los países para que mantengan el tratamiento del VIH, hemos proporcionado antirretrovíricos de emergencia a los países que corren el riesgo de sufrir perturbaciones y hemos publicado nuevas directrices sobre la circuncisión médica masculina voluntaria.
Hemos publicado nuevas directrices sobre el diagnóstico, la prevención y el tratamiento de la tuberculosis, y hemos elaborado la Estrategia mundial de investigación e innovación en materia de tuberculosis, que fue adoptada por esta Asamblea.
La Asamblea también adoptó la Estrategia mundial para acelerar la eliminación del cáncer del cuello uterino como problema de salud pública, lo que supone la primera vez que la comunidad sanitaria mundial se ha comprometido a eliminar un cáncer.
Y, trabajando mano a mano con los Estados Miembros, continuamos librando al mundo de las enfermedades tropicales desatendidas, pueblo por pueblo, país por país. Los habitantes de Malawi ya no tienen que tener miedo de la filariasis linfática; los del Togo ya no tienen que hacer frente a la tripanosomiasis africana; la rubéola endémica se ha eliminado en Sri Lanka; y el tracoma ya no está presente en Myanmar.
Junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y la Organización Mundial de Sanidad Animal, también seguimos coordinando la respuesta mundial a la resistencia a los antimicrobianos.
Más de 90 países se han inscrito en el GLASS, el Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos, y la OMS ha prestado apoyo a 138 países para establecer planes de acción nacionales sobre la resistencia a los antimicrobianos.
Por ejemplo, en 2018 la OMS prestó apoyo a la República Democrática Popular Lao para establecer un sistema nacional de vigilancia de la resistencia a los antimicrobianos. A principios de este año, un brote de Klebisella pneumoniae resistente a los antibióticos en una unidad de cuidados intensivos neonatales mató trágicamente a ocho recién nacidos. Sin embargo, gracias al sistema de vigilancia puesto en marcha, el brote fue detectado y detenido.
En tercer lugar, también hemos avanzado en nuestro objetivo de ver a mil millones más de personas disfrutando de una mejor salud y bienestar.
Publicamos nuestro Manifiesto a favor de una recuperación de la COVID-19 que sea saludable y respetuosa con el medio ambiente, con más de 80 recomendaciones de políticas para proteger los recursos naturales e invertir en agua y saneamiento, energías renovables, sistemas de alimentación saludable y ciudades habitables.
Hoy, la OMS y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático están organizando los diálogos de la «Carrera hacia el cero» para prever cómo una recuperación sana y equitativa de la COVID-19 puede hacernos más resilientes a futuras amenazas para la salud e impulsar la rápida descarbonización de la economía mundial.
Hemos elaborado una propuesta para un Decenio del Envejecimiento Saludable 2020-2030, que ha sido respaldada por esta Asamblea y que ahora será examinada por los Estados Miembros de las Naciones Unidas. Y 40 países han adoptado ya políticas de mejores prácticas para la eliminación de las grasas trans con el fin de mejorar la salud de hasta 280 millones de personas.
Singapur es un gran ejemplo. Tras el llamamiento de la OMS a los Estados Miembros para que eliminen las grasas trans para 2023, Singapur ha anunciado una prohibición que entrará en vigor el año próximo, con lo que se convertirá en el primer país de la Región del Pacífico Occidental en eliminar las grasas trans de su cadena de suministro de alimentos.
La lista es larga y ni siquiera toca la superficie. Cada día, nuestros 8000 empleados en todo el mundo están trabajando de maneras que la mayoría de las personas nunca ven para promover la salud, preservar la seguridad mundial y servir a los vulnerables.
Mucho de lo que hacemos no aparece en los titulares. No es fotogénico. Sin embargo, marca una diferencia vital en la vida de miles de millones de personas.
En los últimos meses se han hecho llamamientos para que se reforme la OMS. Acogemos con satisfacción todos los esfuerzos encaminados a fortalecer esta Organización, y no por su propio bien, sino por el bien de las personas a las que servimos. Estamos comprometidos con el aprendizaje y la mejora continuos y con la rendición de cuentas permanente.
Tengan la seguridad de que nosotros también queremos un cambio, que es la razón por la que, durante los últimos tres años y medio, junto con ustedes, nuestros Estados Miembros, hemos diseñado y aplicado la transformación más profunda de la historia de la OMS.
Esta es una Organización que ha cambiado y está cambiando. Hemos preparado una actualización pormenorizada sobre la transformación, que los Estados Miembros recibirán durante la Asamblea. No obstante, permítanme que señale algunos puntos destacados.
Primero, una nueva estrategia que se centra en generar impacto. Hace dos años, esta Asamblea aprobó el plan estratégico más ambicioso de la historia de la OMS, concebido para ayudarles a ustedes, nuestros Estados Miembros, a generar un impacto mensurable en sus países.
Las 150 oficinas en los países han elaborado planes específicos para apoyar y ejecutar el 13.º Programa General de Trabajo y, como parte de nuestra transformación de la gestión del desempeño, cada funcionario ha vinculado su labor diaria con el Programa General de Trabajo.
Nuestra nueva División de Datos, Análisis y Cumplimiento en pro del Impacto está haciendo de la OMS una organización moderna, centrada en los datos y que apoya a los Estados Miembros ofreciéndoles datos oportunos, fiables y útiles para adoptar medidas y generar impacto.
Nuestro marco de medición del impacto se puso en marcha experimentalmente en 34 países, y lo tienen ante ustedes, para su consideración en esta Asamblea. Hoy también presentamos un tablero de mando de los «tres mil millones», que permitirá hacer seguimiento de los progresos hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relacionados con la salud.
Y hemos establecido un nuevo Departamento de Salud Digital e Innovación, y elaborado una estrategia mundial sobre salud digital, que también está en el orden del día de esta semana.
Segundo, nuevos procesos para ser más eficaces y eficientes.
Nuestra nueva División de Ciencias estableció un mecanismo de examen acelerado para garantizar la oportunidad, coherencia y calidad de todas las orientaciones de la OMS, empezando por las relativas a la COVID-19, y facilitar su aprobación o refutación en un plazo de 48 horas.
Y, con arreglo a lo indicado en el 13.º Programa General de Trabajo, se han definido más de 300 bienes mundiales de salud pública, lo que pone en manos de los Estados Miembros las herramientas técnicas y normativas que ustedes necesitan para hacer frente a sus principales retos sanitarios.
Tercero, un nuevo modelo operativo armonizado, en el que por primera vez se establece una clara diferencia entre las funciones de la Sede, las oficinas regionales y las oficinas en los países, y se alinean nuestras estructuras en los tres niveles, nos permite trabajar más compenetradamente para generar resultados.
Hemos aplanado nuestras estructuras para reducir las capas jerárquicas y propiciar una mayor agilidad. Y hemos establecido equipos de cumplimiento en los tres niveles, en los que participa personal de la Sede, las oficinas regionales y las oficinas en los países para colaborar de forma más estrecha en el logro de los productos y efectos del Programa General de Trabajo.
Cuarto, un nuevo enfoque frente a las alianzas. En el pasado, la OMS ha prestado una excesiva atención a los riesgos que presentan las alianzas, y no a las oportunidades. Con todo, debemos también ser conscientes de los riesgos de NO establecer nuevas alianzas que pueden ayudarnos a conseguir nuestros objetivos.
Hemos establecido nuevas alianzas con la Fédération Internationale de Football Association (FIFA), Google Fit y el Comité Olímpico Internacional para promover la actividad física.
Hemos colaborado periódicamente con el sector privado a través de las principales asociaciones empresariales del mundo, y de alianzas innovadoras con Facebook, Twitter, Google y otras, que han ayudado a contrarrestar la información errónea sobre la pandemia y han hecho llegar información fiable a más de 2000 millones de personas en más de 50 idiomas. Por su parte, el Plan de acción mundial sobre salud y bienestar para todos sigue progresando, y ha reunido a 12 organismos multilaterales para apoyar a los países a acelerar los avances hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Quinto, una nueva cultura que se centra en los resultados. La cultura de toda organización ―sus valores y mentalidad― yace en la base de su capacidad para lograr los objetivos marcados. Con todo, una cultura positiva y unificadora y no aparece por casualidad. Debe forjarse.
Hace dos años, más de 2700 funcionarios participaron en nuestra reflexión en línea sobre los valores («Values Jam») con el objetivo de identificar los valores que definen a la OMS y amalgaman nuestro trabajo diario. El resultado fue nuestra primera carta de valores, en la que se recogen los cinco valores que definen quiénes somos: servicio, excelencia, integridad, colaboración y compasión. Seremos implacables en el acatamiento de esos valores, dondequiera que trabajemos.
Sexto, garantizar financiación previsible y sostenible. Éramos conscientes de que la OMS dependía excesivamente de un puñado de grandes donantes, y de que necesitábamos ampliar la base de donantes. A tal fin, hemos puesto en marcha nuestro primer argumentario a favor de la inversión, y esperamos publicar una versión actualizada el primer trimestre del próximo año.
Basándonos en nuestro primer Foro de Asociados en Suecia, ahora mantenemos conversaciones constructivas con muchos donantes a partir de nuestra nueva estrategia de movilización de recursos, aprobada por el Consejo Ejecutivo a principios de este año.
Este año también ha sido testigo de una respuesta generosa y sin precedentes a nuestro Plan Estratégico de Preparación y Respuesta frente a la COVID-19, con el que se han recaudado US$ 1600 millones hasta la fecha. En esa misma línea, con el innovador Fondo de Respuesta Solidaria se recaudaron casi US$ 240 millones donados por casi 650 000 personas, compañías y entidades filantrópicas, lo que ha constituido una prueba de concepto convincente de las posibilidades de la nueva Fundación pro OMS.
Lograr financiación previsible y sostenible sigue siendo uno de los principales retos para el éxito futuro de esta Organización. Para que la OMS pueda realizar su trabajo, debemos corregir el escandaloso y cada vez mayor desequilibrio entre las contribuciones señaladas y los fondos voluntarios, que se asignan mayoritariamente a fines específicos,
En la último decenio, las expectativas que el mundo tiene sobre la OMS han crecido drásticamente, pero nuestro presupuesto apenas ha cambiado. Y esas expectativas no harán más que aumentar como consecuencia de la pandemia.
Nuestro presupuesto anual equivale a lo que el mundo gasta en productos de tabaco cada día. Si el mundo puede convertir en humo todo ese dinero cada día con productos que perjudican y matan, sin duda alguna puede encontrar los fondos ―y la voluntad política― de invertir en promover y proteger la salud de todos sus habitantes.
Como se señala en el informe del Comité de Programa, Presupuesto y Administración que la Asamblea tiene ante sí, existe una enorme desalineación entre las expectativas que los Estados Miembros tienen puestas en la OMS y la financiación que recibimos.
Acogemos con agrado la recomendación de que estos problemas deben abordarse con urgencia, y damos las gracias a Alemania, Francia y la Unión Europea por su iniciativa en ese sentido.
También estamos agradecidos a los Estados Miembros que han apoyado a la OMS aumentando su financiación, y con mayor flexibilidad y previsibilidad.
Y séptimo, forjar una plantilla motivada, diversa y adecuada. Por primera vez hemos logrado la paridad de género entre el personal directivo superior y en otros ámbitos estamos progresando.
Hemos mejorado las condiciones y oportunidades de los pasantes, los funcionarios nacionales de la categoría profesional y el personal de la categoría de servicios generales. Y hemos reducido en un 20% el tiempo que se tarda en contratar a un candidato y nuestro objetivo es reducirlo a la mitad.
Como pueden ver, hemos conseguido mucho. Pese a los retos que plantea la pandemia, muchos aspectos de la Agenda de Transformación de la OMS ya están cobrando vida, y han sido cruciales en tanto que nos han permitido responder a la COVID-19 y a la vez mantener nuestros programas básicos.
Aún queda mucho por hacer, pero vamos por buen camino. Juntos, debemos acelerar la aplicación de la transformación, aunque sigamos aprendiendo y añadiendo ideas nuevas. Para nosotros, el cambio es una constante.
Como saben, el Grupo independiente de preparación y respuesta frente a las pandemias, el Comité de Examen del RSI y el Comité Independiente de Asesoramiento y Supervisión para el Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS progresas, y en esta Asamblea recibirán de todos ellos actualizaciones sobre su labor.
Las deliberaciones sobre el fortalecimiento de la OMS no puede centrarse exclusivamente en la Secretaría. Deben incluir a todo el tejido de la Organización, empezando por el fortalecimiento de las capacidades nacionales y la mejora de la coordinación internacional.
Una idea propuesta el año pasado por la República Centroafricana y Benin, a cargo de la Presidencia del Grupo Africano, es un sistema en el que los países acuerden un proceso ordinario y transparente, similar al sistema de examen periódico universal utilizado por el Consejo de Derechos Humanos. Lo hemos denominado Examen universal de la salud y la preparación.
Su objetivo es construir confianza mutua y rendición de cuentas para la salud, uniendo a las naciones como vecinos en apoyo de un enfoque pangubernamental a fin de fortalecer las capacidades nacionales en pro de la preparación ante pandemias, la cobertura sanitaria universal y poblaciones más sanas. En estos momentos estamos en proceso de elaborar una propuesta más pormenorizada, que compartiremos en breve con los Estados Miembros.
Desde que mencioné el concepto en mi alocución ante esta Asamblea en mayo pasado, Alemania, el Camerún, Francia y la República Centroafricana han manifestado su interés en la idea y han aceptado colaborar con la Secretaría en la fase inicial de elaboración y prueba del mecanismo.
Damos la bienvenida a cualquier otro Estado Miembro interesado en participar en esta fase de prueba, y esperamos analizar esta idea con más detenimiento junto con los Estados Miembros en las próximas semanas y meses.
Esta no será la última crisis sanitaria mundial. Cuando la próxima crisis llegue, ¿serán los titulares los mismos? ¿Dirán que después de la pandemia de COVID-19, el mundo se puso nervioso, redactó informes y luego no cambió nada? ¿O dirán que la COVID-19 fue un punto de inflexión para la seguridad sanitaria mundial y para la salud del mundo?
Tenemos la oportunidad de escribir esa historia ahora.
Se necesita una vacuna urgentemente para controlar la pandemia. Sin embargo, la vacuna no corregirá las vulnerabilidades que se encuentran en la base. Una vacuna no puede solventar la falta de inversión generalizada en las funciones esenciales de salud pública y en sistemas de salud resilientes, ni la necesidad urgente de un enfoque unitario («Una Salud») que abarque la salud de los seres humanos, los animales y el planeta que compartimos.
No hay vacuna alguna contra la pobreza, el hambre, el cambio climático o la desigualdad. Ninguno de estos retos pueden abordarse aisladamente. Están profundamente interconectados, como debe estarlo nuestra respuesta.
En 2015, el mundo se unió para adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París y la Agenda de Acción de Addis Abeba sobre la Financiación para el Desarrollo, que tuve el honor de presidir. Fue un momento de gran convergencia; las naciones del mundo uniéndose para un objetivo común y un futuro común.
Desde entonces, las crecientes mareas del nacionalismo malinterpretado y el aislacionismo han erosionado ese sentido de objetivo común. El Acuerdo de París se ha visto menoscabado; los compromisos adoptados en la Agenda de Acción de Addis Abeba han quedado en su mayoría incumplidos; y pese que ha habido progresos hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con demasiada frecuencia nuestros esfuerzos han sido aislados y fragmentarios.
Ya nos habíamos desviado en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible antes de la pandemia. Ahora todavía vamos más retrasados. Con todo, lejos de abandonarlos, la pandemia ha demostrado por qué los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con su amplia visión para las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas, son tan importantes y deben seguir siendo nuestra guía ahora y en el mundo posterior a la COVID.
No obstante, debemos ser honestos: solo podemos lograr el potencial y el poder plenos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible si la comunidad internacional vuelve a capturar urgentemente el sentido de objetivo común que los alumbró.
En ese espíritu, acogemos con agrado el compromiso del Presidente electo, Joe Biden, de restaurar la relación de los Estados Unidos de América con la OMS y de volver a unirse al Acuerdo de París.
Necesitamos redefinir el liderazgo, construido sobre la confianza mutua y la rendición de cuentas mutua, para poner fin a la pandemia y abordar las desigualdades fundamentales que son la base de tantos de los problemas del mundo. Necesitamos redefinir las inversiones en nuestro futuro compartido, asignando y armonizando recursos con arreglo a nuestras prioridades comunes. Y necesitamos redefinir las alianzas, demoler los compartimientos estancos y que nuestros esfuerzos se vean vinculados a algo más grande.
Es hora de que el mundo cure sus heridas: las provocadas por los estragos de esta pandemia y las divisiones geopolíticas que solo nos empujan más hacia el abismo de un futuro menos sano, menos seguro y más injusto.
Es hora de forjar una nueva era de cooperación, que sitúe la salud y el bienestar en el centro de nuestro futuro común.
El mundo ha llegado a una encrucijada en el camino. No podemos permitirnos bombear anhídrido carbónico en la atmósfera al mismo ritmo y querer seguir respirando aire limpio. Debemos elegir.
No podemos permitirnos desigualdades cada vez más profundas y esperar que continúen la paz y la prosperidad. Debemos elegir.
Y no podemos permitirnos considerar la salud como un mero subproducto del desarrollo, o una mercancía que solo los ricos pueden pagar. Debemos considerarla como lo que es: un derecho humano fundamental que sustenta cada aspiración de los seres humanos.
Hoy y cada día, debemos elegir la salud. Gracias.