Supermicrobios: el mundo está adoptando medidas, pero no hay que dejar de lado a los países de ingresos bajos

29 de mayo de 2017

Dr. Marc Sprenger
Director de la Secretaría para la resistencia a los antimicrobianos, OMS
 

El mundo ha despertado ante la amenaza que supone la resistencia a los antimicrobianos, y está empezando a darle respuesta, pero muchos países de ingresos bajos luchan para dotarse de la capacidad que precisan, y necesitan que se les proporcione más apoyo.

Esa es la constatación principal de una novedosa encuesta mundial sobre la percepción que tienen los países de su lucha contra la resistencia a los antimicrobianos, realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE). 

Las bacterias están adquiriendo resistencia a los antibióticos con gran rapidez. Algo equivalente ocurre con los virus, los hongos y los parásitos. Ello se debe a que durante decenios hemos utilizado los medicamentos de forma excesiva e indebida. Se trata de la denominada resistencia a los antimicrobianos, que constituye una importante amenaza mundial.

Este silencioso maremoto, que supone la pérdida de nuestra capacidad para protegernos frente a enfermedades infecciosas como la neumonía, la tuberculosis y el paludismo, se ha desatendido durante demasiado tiempo. Durante años los microbiólogos han denunciado, con intensidad creciente, que el uso indiscriminado de los antibióticos y productos similares en el ser humano y los animales estaba mermando su eficacia.

Ahora, la resistencia a los antimicrobianos ocupa por fin el centro de atención en los círculos sanitarios y políticos, lo que ha llevado a la elaboración en 2015 del plan de acción mundial que han aprobado los ministros de salud y de agricultura en los órganos rectores de la OMS, la FAO y la OIE, y los jefes de Estado en la reunión de alto nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el pasado mes de septiembre. Desde entonces, los países han preparado planes de acción nacionales para poner en práctica los cambios políticos acordados a escala mundial.

Nuestra encuesta sobre los progresos realizados en los países ha traído algunas buenas noticias. Más del 90% de la población del mundo (6500 millones de personas) vive en países que han elaborado, o están elaborando, un plan de acción nacional sobre la resistencia a los antimicrobianos. Algunas esferas clave en las que los países notifican progresos satisfactorios son: la capacitación de los médicos, el personal de enfermería y otros profesionales sanitarios en el modo de reducir la propagación de la resistencia a los antimicrobianos; la mejora de la prevención y el control de las infecciones; y el fortalecimiento de los sistemas para determinar la magnitud del problema.

Se trata de logros magníficos. Además, los planes nacionales son multisectoriales, lo que significa que los responsables de la salud humana, de la salud animal y del medio ambiente, que a menudo hablan de adoptar planteamientos conjuntos, los están poniendo en práctica, efectivamente.

No obstante, cuando se examinan las cifras detenidamente, el panorama es menos halagüeño. Los países de ingresos altos que ya tenían sistemas de salud y agricultura robustos están mucho mejor preparados para afrontar la resistencia a los antimicrobianos (más del 80% de esos países han establecido un plan, o lo están preparando). En cambio, solo alrededor del 30% de los países de ingresos bajos dispone de un plan o lo está preparando. No es ninguna sorpresa. En efecto, muchos países de ingresos bajos carecen de competencia técnica o de capacidad para elaborar un plan nacional, o están desbordados por la fragilidad de sus sistemas de salud o por brotes de enfermedades infecciosas.

Sin embargo, son precisamente los países de ingresos bajos los que mejor preparados deben estar, ya que probablemente recaerá en ellos la peor parte de la resistencia: las enfermedades infecciosas son mucho más comunes, sus sistemas de salud son mucho más débiles y serán menos capaces de adaptarse a medida que los antibióticos de primera línea (que suelen ser más baratos) pierdan eficacia. La carga de enfermedades infecciosas de más difícil tratamiento y la repercusión del fracaso terapéutico en las vidas humanas y el costo económico relativo serán mucho más altos que en los países ricos.

«La falta de preparación de los países de ingresos bajos debería preocuparnos a todos, independientemente de lo rico que sea el país donde vivimos».

Dr. Marc Sprenger, Director de la Secretaría para la resistencia a los antimicrobianos, OMS

La falta de preparación de los países de ingresos bajos debería preocuparnos a todos, independientemente de lo rico que sea el país donde vivimos. La resistencia a los antibióticos no afectará solo a la capacidad de tratar enfermedades como el paludismo o la tuberculosis, que muchos quizá consideren propias de las zonas más pobres del mundo.

Las bacterias resistentes pondrán a prueba nuestra capacidad de tratar a las mujeres en el momento del parto, a los pacientes de operaciones quirúrgicas, o a quienes reciben quimioterapia contra el cáncer. Además, en el mundo globalizado actual, los microbios no respetan las fronteras nacionales, sino que se propagan muy fácilmente.

Así las cosas, ¿cómo podemos apoyar a los países a mejorar su preparación? La OMS ya proporciona formación y apoyo a varios países, pero quiero confiar en que otros asociados para el desarrollo se sumarán a las actividades de apoyo a la aplicación en los países de ingresos bajos. Estos países tienen problemas mucho más inmediatos y visibles, pero si no se ataja la resistencia a los antimicrobianos de inmediato esta amenazará la sostenibilidad de los progresos realizados recientemente en los frágiles sistemas de salud y supondrá un riesgo mundial.

La encuesta muestra que, como era de esperar, el refuerzo de la respuesta sanitaria será problemático, pero que más difícil aún será crear sistemas resilientes en otros sectores. La resistencia a los antimicrobianos no es una cuestión meramente sanitaria: es un problema de desarrollo. Hemos de colaborar con los organismos de desarrollo en el fortalecimiento de los sistemas sanitarios, agrícolas y medioambientales. Los gobiernos nacionales, los organismos de desarrollo y los bancos han de invertir ahora en planes de acción nacionales que impidan una repercusión mayor en la salud, el desarrollo económico y la producción pecuaria.

Lo bueno es que sabemos cómo reducir la resistencia a los antimicrobianos. Hemos de disminuir la necesidad de utilizar antimicrobianos aplicando prácticas clínicas adecuadas, inmunizando, mejorando el abastecimiento de agua, el saneamiento y la higiene, y aplicando buenas prácticas de cría animal; tenemos también que velar por que esos medicamentos se utilicen con más prudencia tanto en el ser humano como en los animales, mejorando para ello los medios de diagnóstico, el acceso a los medicamentos apropiados y la reglamentación de los antibióticos.

Asimismo, necesitamos disponer de un sistema mucho mejor de supervisión de los suministros de fármacos, es decir, saber a dónde se envían, cómo se distribuyen, y monitorear y notificar la prevalencia de las infecciones farmacorresistentes en el ser humano y los animales.

El rompecabezas es complejo, pero podemos resolverlo. Es más, tenemos que resolverlo, pues está en juego la salud y la riqueza del mundo.